Para toda mujer que siente la moda, el momento más dulce que podemos experimentar, es vestir con traje de fiesta.
Se acerca la Navidad y es el marco ideal para lucir nuestras mejores galas en las cenas y almuerzos familiares. Y contemplar las caritas de "nuestras princesas", que casi ni pestañean, cuando mamá "se pone guapa". Nos observan con sus ojos infantiles y se identifican con nosotras, como si nuestra imagen fuera el reflejo de la mujer en la que sueñan convertirse el día de mañana. Y comienzan a fantasear con lentejuelas y brillos y con calzar nuestros zapatos de tacón (lo consiguen al primer descuido), elaborando sus primeros códigos de femineidad. Y muchas veces he vivido esta conversación :
-"Mamá, lo quiero exactamente igual pero de mi talla, ¿ lo hay para mí ?".
-"Princesa, todavía eres pequeña para llevar este tipo de vestido. Cuando crezcas, mamá te lo prestará o mejor aún, te comprarás otro todavía más bonito que éste".
Y estas palabras logran dulcificar la espera de tan ansiado día y se traducen en una amplia sonrisa.
Pero lo que no imaginan es que en estos días mágicos de la Navidad, hay sueños que se cumplen y se hacen realidad. Ganando tiempo al tiempo, para vivir un pequeño adelanto del futuro.
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